En el trabajo estoy en un proyecto bastante interesante. Sin entrar en detalles, nos da espacio a debatir sobre automatización de procesos de depliegue, calidad de código y un montón de tecnología. Nos suelen surgir preguntas como ¿cómo se debería desplegar una aplicación o una plataforma sobre el entorno real del cliente? ¿Es esto lo que quiere, es lo que necesita, es lo que queremos nosotros...? Estamos además en un punto complejo porque somos una subcontrata que está haciendo el proyecto a un cliente final que lo ha contratado a una intermediaria porque - inserte motivo político o macroeconómico o un poco de los dos o de ninguno aquí -. De cualquier manera es, técnicamente, un proyecto interesantísimo y da mucho que pensar.
Una de esas cosas sobre las que he estado pensando tras varias reuniones en las que he presentado una propuesta y me las han tirado por tierra por ser demasiado complicadas es que, igual, estamos haciendo demasiada sobreingeniería. Pero también me ha dado por pensar que existe bastante temor hacia lo que no se conoce bien y que existen términos medios entre desplegar mediante un sistema de Despliege Contínuo y tener un script que haga los cambios de versión.
Y no digo que el script no sea una solución buena. Esta página y mi cápsula de Gemini se despliegan automáticamente mediante un simple script de bash de siete líneas si quetamos los comentarios y los espacios en blanco. Pero tal vez se esté prefiriendo un sistema con el que se está cómodo porque a nadie nos apetece tener que ponernos al día con nuevas tecnologías que son lo suficientemente complejas para ser indistinguibles de la magia.
Pero, claro, "es que esa tecnología les vendría estupendamente bien", me dije en un momento. Tal vez la solución pasara por hacer más sencillo su uso mediante algo con lo que están tan habituados a trabajar que les resulte natural. A fin de cuentas ¿no estamos aquí para solucionar problemas y mejorarles la vida?
El problema real de fondo es cuando se intenta aportar como solución algo que no casa, que supone añadir una complegidad que no nos va a llevar por el buen camino. Pero tampoco podemos negarnos a un avanze porque le tengamos miedo. Vamos a investigarlo, probarlo, jugar un rato con esa tecnología y ver si nos vale, si nos aporta, si nos facilita la existincia y entonces podremos tomar una decisión y acudir al cliente para venderle las bondades de nuestra decisión y qué nos ha llevado a llegar hasta aquí.
Ya será el cliente el que nos la matice, o nos compre la idea. Y seguramente haya que tirar de pedagogía. ¿Qué problema hay? Para eso están las demos.
Sí, hoy he preparado una demo y pienso que les va a encantar. O no, claro.
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